
Entre otras tantas historias que faltan y las que ya lograron quedar en la memoria cinematográfica, la Masacre del 2 de octubre de 1968 ocurrida en la Plaza Tlatelolco no tardó en hacerse paso en la cinematografía, aunque en realidad en las salas de cine comerciales tardó más de 20 años en exhibirse una sola película respecto al tema. De las primeras películas que registraron el Movimiento del ’68 está El grito, de Leobardo López Aretche encabezando a un colectivo de cineastas estudiantiles del entonces CUEC (Centro universitario de Estudios Cinematográficos) quienes tuvieron que «secuestrar» cámaras y película, propiedad de la UNAM y sin su permiso explícito por mucho que fuera una de las instituciones autónomas vulneradas, para documentar las marchas y la posterior invasión del ejército mexicano. El documental no vio la luz durante el largo tiempo de montaje que implicó su terminación, sin olvidar que en el proceso tuvo que esconder el negativo original ante el acoso permanente del gobierno de Echeverría, a través de la Secretaría de Gobernación, que buscaba destruir las ocho horas de filmación que se habían realizado. En un esfuerzo de clandestinidad insólita, se logró hacer una copia compuesta de El grito que circuló de la misma forma en cineclubes universitarios y, posteriormente, en una serie de copias en video cuyo valor testimonial e histórico no coincidía con la calidad en deterioro del material de soporte.
50 años después se realizó una inmensa labor de restauración desde la Filmoteca UNAM, tanto visual como sonora, que devolvió una prístina copia del documental y un reestreno necesario para mantener la memoria del movimiento estudiantil de la crónica atinada de los acontecimientos, que podemos ver en línea desde el canal de Filmoteca UNAM:
Parte del material original y restaurado que conformó El grito y otros registros están disponibles en la página de la Filmoteca UNAM, donde destacan la selección Movimiento estudiantil del 68 y Ecos del grito.
El Movimiento del 68 es uno de los momentos más recientes de nuestro país que ha sido más investigado, más retomado en muchos proyectos de divulgación, de docencia. Tenemos museos, canciones, tenemos películas documentales y la conmemoración de los cincuenta años abrió este horizonte de abordaje en diferentes ámbitos, no nada más el histórico y no nada más el político. A pesar de este oleaje de producción del 68, faltan muchas aristas, muchos aspectos que es importante retomar. Falta el abordaje de los movimientos estudiantiles del interior de la República [Mexicana], que se incorporen a la narrativa del movimiento universitario muy capitalino. Lo han hecho y eso va a mejorar, va a abundar la producción de conocimiento.
Alicia de los Ríos Merino, acerca de la Práctica Experimental M68 de Cátedra Bergman
Sin embargo, en la cinematografía nacional ampliamente supervisada y, por ende, controlada por el gobierno echeverrista y posteriores a través de la RTC, estaba prohibido hasta el extremo abordar la historia del movimiento estudiantil y mucho menos responsabilizar al Ejército Mexicano como el perpetrador del crimen contra la población, a días de la inauguración de los Juegos Olímpicos en México en el mismo año. A finales de los años ochenta, circuló en la clandestinidad posible de las producciones privadas el guión de Xavier Robles y Guadalupe Ortega titulado Rojo amanecer y que llegó a producir en 1989 el actor y productor Valentín Trujillo a través de Cinematográfica Sol, su compañía, bajo la dirección del cineasta Jorge Fons. La película se tuvo que hacer a escondidas, filmándola en exteriores de la Unidad Habitacional Tlatelolco e interiores en el Foro A&C de la colonia Santa Úrsula Coapa en la Ciudad de México. Terminada la filmación, la edición tampoco fue fácil, que se tuvo que terminar en secreto como el resto del proceso. Y lo peor fue que previo al estreno, fue prohibida para su exhibición en la entonces cadena estatal de cines conocida como COTSA (Compañía Operadora de Teatros, S.A.) y tampoco en las salas de los Multicinemas Ramírez. Como se narra en la entrevista de Sergio Raúl López que publicó en La Jornada este 2 de octubre, su exhibición se logró gracias a la concesión que hizo el gobierno del entonces presidente Carlos Salinas de Gortari, para legitimar su conocida llegada fraudulenta al poder, a cambio de cortar cinco minutos de la edición original (1 hora 39 minutos) y con lo que lograba eximir al Ejército Mexicano de cualquier responsabilidad, cargándole la culpa al grupo paramilitar de los Halcones que salieron a la luz en esas fechas.
Como rescata Sergio Raúl López en su artículo en su conversación con el historiador de la UdeG Eduardo de la Vega Alfaro, solo se vio la versión censurada en salas de cine, aunque una versión pirata quedó conservada en Estados Unidos cuando Valentín Trujillo logró enviarla para conservar la versión original, que hasta la fecha no ha sido restaurada:
El caso es que nosotros no vimos la película que propuso el autor, ése es el meollo del asunto y después vienen toda esta serie de versiones y mitos que hacen más confuso el caso. Lo que urge, y sería un gran homenaje, es que se imponga la versión original del filme. Habría que aprovechar la coyuntura para que se conozca y termine por desplazar a la anterior.
Eduardo de la Vega Alfaro
Se ha dicho que quitamos escenas de la balacera, del Ejército disparando o top shots de la plaza, pero nunca los hubo, solamente quitamos diálogo. Le entregué la copia censurada a Valentín y ya él la mandó a RTC o al Ejército.
Sigfrido García Jr., editor de Rojo amanecer.
Aparte de estas citas provenientes del nutrido artículo de Sergio Raúl López, se sabe que la versión restaurada de la película aún es la censurada y se puede ver en Claro Video. Por su parte, la Filmoteca UNAM realiza un homenaje al cineasta Jorge Fons a causa de su reciente fallecimiento, donde también también será exhibida la versión censurada. A la fecha no hay iniciativa alguna que busque rescatar esos cinco minutos faltantes, aunque en el Internet archive se puede ver una copia de la versión completa.
Durante años, Rojo amanecer permaneció como la única película de ficción producida alrededor de ese tema, pero el 50º aniversario del Movimiento estudiantil propició obras como Tlatelolco ’68 (2018) de Carlos Bolado en un formato de serie maniqueada, cuya versión resumida en película no logra darle congruencia a su trama; Olimpia 68 (2018) de José Manuel Cravioto que retoma fragmentos de El grito para darle un aire documentaloso y animación rotoscopiada (al estilo de Richard Linklater) para ofrecer su visión acerca los estudiantes que participaron en el movimiento.
Un extraño enemigo (2019) de Gabriel Ripstein parte desde la esfera del poder y su protagonista Fernando Barrios (Daniel Giménez Cacho), director de Dirección General de seguridad, e incidentalmente aunque no menos importante, ofrece una perspectiva dura respecto a las causas y tejes-manejes políticos que concluyeron en la masacre de Tlatelolco y catapultaron a políticos como Luis Echeverría a la Presidencia de la República, no sin antes concluir la primera temporada con graves consecuencias para el Director de Seguridad.
Durante toda esa época de silencio cinematográfico de veinte años tras el 68, permanecía la leyenda urbana que afirmaba que la Secretaría de Gobernación había registrado los incidentes en la Plaza de Tlatelolco y la gente del medio sabía quién había sido el cineasta encargado de tamaña tarea. Y un tanto para lavarse de culpa y responsabilidad, el cineasta famoso por películas como Viento negro, confiesa abiertamente que fue contratado por (su amigo) Luis Echeverría para filmar desde el edificio de Relaciones Exteriores, hoy Centro Cultural Universitario, lo ocurrido en esa fecha. Los negativos e impresión en positivo fueron revelados la siguiente madrugada en los Estudios Churubusco y recogidos por personal del Ejército Mexicano para resguardarlos en quién sabe dónde. enTambién en 2018 se estrenó el documental Los rollos perdidos de Gibrán Bazán que retoma esa leyenda para dar certeza histórica y seguirle la pista a los rollos de Servando González que se suponían estar resguardados en las instalaciones de la Cineteca Nacional, que sufrió un incendio en 1982.
Sin ser los únicos materiales, aparte de la literatura del 68, que ofrecen el panorama tanto del Movimiento estudiantil