ARTÍCULO 19.- Los exhibidores reservarán el diez por ciento del tiempo total de exhibición, para la proyección de películas nacionales en sus respectivas salas cinematográficas, salvo lo dispuesto en los tratados internacionales en los cuales México no haya hecho reservas de tiempo de pantalla.
Toda película nacional se estrenará en salas por un período no inferior a una semana, dentro de los seis meses siguientes a la fecha en que sea inscrita en el Registro Público correspondiente, siempre que esté disponible en los términos que establezca el Reglamento.
obras nacionales, hecho que afectaría la libre concurrencia y
competencia por la disponibilidad de tiempo de exhibición.» (La Jornada, 8 de septiembre de 2011) Basándose en lo fundamentado por el siguiente artículo:
ARTICULO 11.- (…)Los integrantes de la industria cinematográfica se abstendrán de realizar todo acto que impida el libre proceso de competencia y de concurrencia en la producción, procesamiento, distribución, exhibición y comercialización de películas cinematográficas.
La Comisión Federal de Competencia investigará, resolverá y sancionará, de oficio o a petición de parte, toda práctica monopólica o concentración que ocurra dentro de la industria cinematográfica nacional, sin perjuicio de lo que establece esta Ley.
De tal forma que al ser la libertad de comercio irrestricta,.
cualquier limitación al ejercicio de este derecho y que no tenga por
objeto la protección contra prácticas que la limiten (monopolios o
prácticas desleales), como es el caso de restringir la libre oferta y
demanda de películas cinematográficas, será motivo de violaciones a
dicha garantía individual y, por ende, atacable en vía de amparo ante
los tribunales federales
El dictamen negativo insiste en que si bien no se coarta el
derecho a dedicarse a un trabajo lícito, también es cierto que la
violación a la garantía constitucional establecida en el Artículo 5°
constitucional, esto se actualiza en el momento en que se establece un
supuesto beneficio a un grupo de personas (productores, directores,
guionistas y actores mexicanos) en perjuicio de la colectividad general,
que se entiende como el público asistente a las salas de cine, que es
el grueso de la población, así como los demás sectores de la industria
cinematográfica”.
Es decir, se entiende que la propuesta impide la posibilidad de
decidir, seleccionar y preferir películas, que al juicio o al gusto de
los cinéfilos incluyan tema, novedad y originalidad, y principalmente
calidad.
Los argumentos contra la iniciativa se multiplican porque ésta
limitaría la disponibilidad de tiempo de exhibición en las salas de
cine, imponiendo y ampliando el porcentaje mínimo de exhibición.
Y Gerardo Flores remata diciendo:
Por no ser lógicas ni razonables, este tipo de disposiciones no.
existen en otras industrias culturales y de entretenimiento. Por
ejemplo, no se impone a los canales de televisión un porcentaje mínimo
de contenido nacional, ni se obliga a las casa editoriales o librerías a
cumplir con dicha cuota de productos nacionales… La preferencia del
público es y debe ser el único criterio para definir el tipo de
películas ofrecidas y su plazo de permanencia en cartelera
«éste es una manifestación artística y expresión creativa, y, por lo
tanto, un elemento básico de la entidad cultural del país.» Además, el
Instituto alega que su contribución al avance tecnológico, al desarrollo
económico y a la creación del empleo son elementos suficientes para que
el Estado establezca las medidas necesarias para su fomento y
promoción.
En la regulación, expresa que lo que viene ocurriendo en la práctica
perjudica a los derechos de competencia y acusa a dichas distribuidoras
de tener una presencia “cuasimonopólica” en las pantallas.Mediante esta nueva medida, se busca, sin acudir a prohibiciones,
“desalentar la actitud de las grandes empresas distribuidoras
internacionales de causar sobre el espectador la sensación de que no
existe otra producción que ver”.
Parece haber olvidado que, de hecho, sí existen este tipo de
disposiciones en otras industrias, culturales o no, y que más allá de
implicar una metida de mano por “Papá Gobierno”, son medidas
para permitir que las empresas mexicanas tengan mayor oportunidad a la
hora de competir. Tal es el caso de la Ley de Precio Único de Libros
que busca, a través de la estandarización de un costo —fijado por las
editoriales e importadoras, y nadie más— permitir que la competencia
cambie de terreno, de la “guerra de descuentos” a la focalización de un
cierto tipo de libros, la atención personalizada u otros factores en el
servicio que permiten a los libreros mexicanos generar empleos y
competir contra las grandes cadenas libreras y los supermercados.
Una pequeña actualización ni tan actual, mero referente.
“Distorsiona completamente lo que el público quiere ver. El problema
del cine mexicano no es ese. Está mal entendido pensar que con dos
semanas, por decreto, todas las películas mexicanas van a recuperar. En
2009, de los filmes mexicanos 91% no hubiesen recuperado ni con el 100%
de la taquilla, porque tienen un problema de atracción de público y éste
es el que decide la permanencia en cartelera. “Sólo al cine mexicano le
hacemos concesiones especiales, y concretamente a óperas primas y
segundos largometrajes; no podemos extenderlo a todo el cine mexicano ni
a otras cinematografías, por una cuestión del número de títulos que se
estrenan en el país. En 2009 se estrenaron 320 cinta en total, y
divididas entre las 52 semanas que se tienen al año, da seis estrenos
semanales, y el conjunto tiene ocho pantallas en promedio. Es imposible
sostener todas las cintas.”Critica el artículo 226
de Impuesto Sobre la Renta (Eficine), pues “aunque es un gran estímulo
fiscal, adolece de controles de calidad”, y celebra “que por este
impuesto se haga mucho cine, pero no todo lo que se produce es de
calidad”. Según el empresario, falta autocrítica: “Todo mundo cree que
su película es una joya, y porque el realizador la rodó con mucho
entusiasmo y le echó todas las ganas todo el mundo va a estar interesado
en verla, y la verdad es que no es así siempre. Se tiene que pensar más
en el público, porque a veces no se conecta con el proyecto. Es raro
que un cineasta sea autocrítico y diga: ‘Creo que a mi película le falló
esto…’, siempre le echan la culpa a los exhibidores, y es una salida
fácil, no la explicación real de por qué muchas cintas no funcionan.”
Propone que haya apoyos para la distribución, “que Eficine y Fidecine
tengan también una bolsa que ayude a las películas del país para que
tengan algo de pauta publicitaria, para que puedan hacer el copiado,
etcétera”. Y niega rotundamente que él obedezca las políticas de las
majors. (Columba Vértiz, en Proceso, 29 de octubre de 2010).
Sin «darle cova» a Alejandro Ramírez, les dejamos la bolita a los cineastas para que sean autocríticos. Sí es necesario que se conecten con un público que, a pesar de que sí les llega a gustar el cine nacional, algunos muestran signos de hartazgos ante las propuestas actuales; la cuestión es generar industria. Lo que también es clave es que debe haber un apoyo integral. Muchos de los proyectos, si no sólo buscan el apoyo para producirse y poder terminar su proceso ulterior, que es la postproducción (edición, corrección de color, mezcla del sonido definitivo; procesos que en sí son muy caros también) apenas llegan a una copia final o con pocas copias para ser exhibidos, careciendo de un plan publicitario que tan siquiera haga del conocimiento público qué es lo que se va a estrenar. El 30% de cuota de exhibición, más las dos semanas obligatorias de estreno, junto con un respeto verdadero de las exhibidoras para que se cumpla tal legislación en caso de aprobarse (ojalá que sí) hablarían de un apoyo de todas las áreas que comprenden todo el complejo que es una industria. Insisto, no sólo es producir películas, sino también distribuírlas y exhibirlas. A final de cuentas, los apoyos gubernamentales los convierten en un patrimonio nacional. Y esa amplitud que se propone para exhibición, abre las puertas a que los proyectos apoyados por el estado encuentren su espacio natural que son las salas de cine nacionales, que también se llegue a ampliar la cantidad de proyectos producidos y entren a trabajar toda una pléyade de gente que se ha dedicado a prepararse a hacer cine mexicano en todos los géneros posibles. Las majors seguirán con sus estrategias de venta por los compromisos que arrastran de los estudios a los que pertenecen, y en sí, el mercado mexicano es bastante jugoso y cautivo para ellos. La ventana de ventaja y oportunidad que se propone es sana, en realidad. Tampoco existe la capacidad de «cerrar fronteras» al cine hollywoodense para cubirir el vacío que se dejaría con las producciones mexicanas. Simplemente es un camino que se requiere para tener una industria cinematográfica sana que retribuya incluso al Estado mismo y no se convierta en una arca presupuestal que se desfalca año con año y no encuentra retribución en una cadena de negocio que también es el cine por su cuenta.
Entonces, que la comunidad cinematográfica siga apoyando estas propuestas, que las asesore, que rompa el cerco de la telebancada legislativa que impide su desarrollo, que siga haciendo cine, espejo tan necesario para nosotros en lo oscurito de las salas, así como en las casas de cada uno de nuestros hogares.
Papá gobierno no tiene que venir a resolvernos nada, simplemente tiene que dejar de ser una puta más de la industria («cultural») norteamericana… y del despiadado modelo de ultra-capitalismo que nos ha llevado a donde estamos.
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Ciertamente, Juayitl. Con esas actitudes, solamente se sigue beneficiando directamente a la industria norteamericana, que se lleva demasiadas buenas ganacias con sus producciones.
¡Un saludo y gracias por tu coemntario!
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